Alianza Territorial Mapuche
Dos son los países latinoamericanos que apostaron por la “plurinacionalidad” como concepto y proyecto político para la transformación del estado-nación monocultural y decimonónico heredado de las élites criollas “libertadoras” o independentistas de todo el continente: ellos son Ecuador y Bolivia. Otros países, han establecido reconocimiento a los pueblos indígenas sin introducir el concepto.
A partir de la constitución de los distintos Estados a principios del siglo XIX, Latinoamérica en su conjunto quedará dividida en porciones territoriales bajo la conducción y tutela de un puñado de criollos herederos del poder económico de sus antecesores españoles (o portugueses en el caso brasileño). Mas allá de la similitud del modelo estatal adoptado y revueltas populares (producto de la acumulación por desposeimiento) al interior de cada uno; a lo largo de los siglos 19 y 20, su estructura monolítica, piramidal y casi feudal no tubo contrapeso sino hasta la emergencia de la revolución cubana que despierta la preocupación de los poderes desde el norte hacia el sur del continente para impulsar “reformas”, especialmente sobre la distribución de la tierra (reforma agraria). Pero, ni hablar siquiera de la existencia de los pueblos indígenas, mucho menos como sujetos de derechos colectivos, sino sólo como un lastre social de pobreza e incivilización que habrá que chilenizar, argentinizar, puruanizar, bolivianizar o brasileñizar… mediante el “indigenismo estatal”. Ello, debido a que desde las raíces fundantes de los estados-nacionales y sus respectivos “padres de la patria” como los Bolivar, O'Higgins, Sucre, Carreras y otros, el espejo en el cual siempre se vieron reflejados fue el espejo europeo, con especial inspiración en Francia y su revolución bajo las ideas de “libertad, igualdad y fraternidad” (aunque nada de aquello finalmente se cultivó).
De este modo, y en el marco de la influencia de sectores de la izquierda latinoamericana y de las luchas obreras y campesinas fundamentalmente, en la década de los 80 se reivindica en Bolivia la necesidad de un Estado Plurinacional como herramienta de superación de los procesos de despojo y explotación colonial-estatal que han padecido.
Para el caso de Chile, y su particular proceso de chilenización hacia la población desde las estructuras de Estado (sinónimo de civilización), basado y construido desde un odio profundo hacia el mapuche (sinónimo de barbarie) y visto como un enemigo a exterminar y/o derrotar y someter (concluida con la guerra de pacificación en 1881); sembrando un racismo casi somatizado como herencia colonial que de tiempo en tiempo aflora en el chileno medio (biológicamente mapuche), y cultivada y explotada constantemente por las élites a través de sus distintas plataformas y dispositivos (medios, sistema educativos y de planificación social); …, la sola aparición de la palabra “plurinacional“ en la definición del tipo de Estado en el que se convertirá Chile con la nueva constitución, se transforma en la nueva oportunidad para las élites chilenas de hacer sentir el riesgo de la “unidad nacional” y enfatizar el relato de la sola existencia de chilenos como “identidad nacional” impuestas a lo largo de 200 años por parte de las clases dirigentes santiaguinas.
Frente a lo anterior y otro inmenso cúmulo de antecedentes de diagnostico quizas no suficientemente sopesados de manera previa -especialmente por los analistas e intelectuales promotores de lo plurinacional-, además del peso, distribución demográfica e histórica de “lo indígena“ en Chile; hay quienes ven como arriesgado apostar o poner en primera línea la expresión “plurinacional“ antes que la de los estándares de los derechos de los pueblos indígenas internacionalmente reconocidos como son, los derechos territoriales, la autodeterminación y la autonomía entre otros; los cuales, constituyen la estructura desde las cuales (en teoría) se implementan y ejercen esos derechos (con o sin la palabra plurinacional). Implementación que -por lo demás- según la experiencia se pueblos indígenas en los mismos Estados devenidos en plurinacionales como Ecuador y Bolivia, encuentran obstáculos y cortapisas desde las propias estructuras institucionales “plurinacionales” creadas por los mismos gobiernos, por ejemplo para el caso de la lentitud de las Autonomías indígenas.
En cualquier caso, para Chile, constituiría una ruptura y un quiebre histórico al racismo estructural, si esa misma sociedad permeada por el antimapuchismo dijera basta y decidiera APROBAR en un contexto de amenaza desde los poderes, que instrumentalizan la identidad estado-nacional (chilena) como mecanismo de control socio político cultural y económico, imprecando la sola idea de la existencia de otras naciones que enfrenten sus intereses de manera “legal”. Es decir, de manera constitucional.